Hermoso Jardín — El Paraíso De Dios

Cornelius R. Stam|El nombre griego del Jardín del Edén es Paraíso (Gr. paradeisos, “hermoso jardín”).

por Cornelius R. Stam

La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible, al cual puede suscribirse siguiendo en enlace anterior. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.

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Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. (Génesis 2:8 - RV1960)

El nombre griego del Jardín del Edén es Paraíso (Gr. paradeisos, “hermoso jardín”). Si bien este jardín no se analiza en el Nuevo Testamento, seguramente se alude a él varias veces. En cualquier caso, podemos estar seguros de que si Dios plantó el jardín en Edén, efectivamente era un “Paraíso”, un hermoso jardín.

Paraíso perdido

No culpemos a Dios por las horribles cicatrices que ahora lleva esta tierra. Culpa al hombre y a su orgullo y avaricia. Culpa a sus ejércitos en marcha, a sus armas y bombas. Culpa a sus “logros intelectuales”, a su capacidad de contaminar su superficie y su atmósfera con vapores y desechos tóxicos y con ruidos ensordecedores, todo en nombre del progreso. Culpa a su irresponsabilidad al abarrotar su superficie habitable con escombros.

Dios no colocó al hombre en tal atmósfera. Más bien, “Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado”. ¡Qué impresionantemente hermoso, qué inefablemente encantador debe haber sido este entorno! Adán y Eva, en el Edén, debieron haber disfrutado de la compañía del otro allí como ningún matrimonio desde entonces, con solo la ligera y agradable responsabilidad de labrar y guardar el jardín1 (Génesis 2:15), y con la bendición especial de una comunión abierta con Dios, quizás especialmente “al aire del día” (Génesis 2:19,22,23; 3:8).

Pero cuando el hombre cayó, toda la creación cayó con él. El hombre ahora tenía una naturaleza caída y pecaminosa. La creación animal de repente se volvió salvaje y viciosa, y en cuanto a la creación vegetal, Dios le dijo a Adán: “Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y… con el sudor de tu rostro comerás el pan…” (Génesis 3:17-19). Y a la mujer dijo: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos…” (Génesis 3:16). E incluso esta manera de vivir finalmente sería truncada por la muerte y un regreso “a la tierra, porque de ella”, dijo Dios, “fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”_ (Génesis 3:19). De hecho, para que el hombre no comiera ahora del árbol de la vida y viviera para siempre, “lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase2 la tierra de que fue tomado” (Génesis 3:23). Así es como leemos en Romanos 5:12:

Por tanto… el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos3 los hombres, por cuanto todos pecaron.

Desde aquel terrible día, el mayor problema del hombre ha sido su pecado. Esto es lo que está en la raíz de todos sus problemas y miserias, aunque el tema ni siquiera se trata en nuestras grandes obras de ciencia. Por obvio que sea el hecho del pecado y sus resultados, cualquier consideración sobre este tema es dejada de lado por los intelectuales de este mundo.

Un jardín para los redimidos

Los resultados de la caída fueron realmente desastrosos, cambiando la habitación del hombre de un hermoso jardín, a campos y bosques que debían ser talados y cultivados mediante un esfuerzo laborioso frente a la oposición implacable desde muchos frentes. Sin embargo, para los redimidos que partieron de esta vida, Dios nuevamente proporcionó un hermoso jardín.

En los tiempos del “Antiguo Testamento”, la designación general para este lugar de los difuntos era sheol (hebreo), con su equivalente griego Hades, ambos significan “lo invisible”. Sin embargo, un examen de Lucas 16:19-31 revela que el seol, o Hades, estaba dividido en dos áreas, separadas por “una gran sima” (Lucas 16:26). El término “seno de Abraham” (Lucas 16:22) describe un aspecto del lugar donde iban los redimidos. Era el lugar donde Abraham, el “padre de los creyentes”, dio la bienvenida a todos sus queridos hijos, por así decirlo. Pero otro aspecto de este maravilloso lugar se describe con el nombre Paraíso: Hermoso Jardín.

En su juventud, este escritor de alguna manera imaginó Hades como una gran región cavernosa, dividida en dos partes, poco iluminada y misteriosa. Pero la designación de nuestro Señor del área bendita como “Paraíso” arroja una luz completamente diferente sobre ella.

Cómo debe haber tocado el corazón del ladrón arrepentido, crucificado junto a nuestro Señor, cuando el Salvador le aseguró:

De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:43)

Esta seguridad lo debe haber llenado de consuelo y alegría a pesar del dolor que sufrió. ¡Pronto estaría con Cristo en el hermoso jardín! Los jardines son lugares donde la gente va a descansar y refrescarse, por lo tanto, un jardín plantado por Dios debe ser infinitamente más delicioso, y estar en un jardín así “con Cristo”: ¡Qué alegría indescriptible!

Paraíso restaurado

Pero según las Escrituras proféticas, el Paraíso del Edén algún día será gloriosamente restaurado y ampliado enormemente. Esto sucederá cuando el Señor Jesucristo regrese a la tierra para reinar e Israel sea salvo y la salvación y la bendición fluyan desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. Aquí podríamos citar literalmente decenas de pasajes del Antiguo Testamento para confirmarlo, pero unos pocos serán suficientes:

De Sion saldrá la ley4, y de Jerusalén la palabra de Jehová. (Isaías 2:3)

Jehová de los ejércitos [reinará] en el monte de Sion y en Jerusalén (Isaías 24:23)

Todos los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán. (Salmos 72:11)

Y vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén, y a implorar el favor de Jehová. (Zacarías 8:22)

Pablo confirma esto en su epístola a los Romanos:

Y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. (Romanos 11:26)

Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito… (Romanos 15:8,9)

Los resultados de esta transformación espiritual serán de gran alcance. El hombre ya no necesitará labrar una tierra perversa y comer su pan con el sudor de su frente, porque la maldición será quitada de la creación vegetal:

El yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente… porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas (Isaías 35:1,2,6,7)

A la creación animal también se le levantará la maldición:

Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte (Isaías 11:6-9)

Y la maldición será quitada de la humanidad misma:

Los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo (Isaías 35:5,6)

No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años5, y el pecador de cien años será maldito. (Isaías 65:20)

Otros aspectos de la caída también serán eliminados y revertidos:

Cristo será conocido por todos: “La tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).

El gobierno será purificado: Uno “reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.” (Jeremías 23:5).

La guerra y el derramamiento de sangre serán abolidos: “Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).

El sufrimiento y la tristeza de Israel entonces terminarán, y el de las otras naciones también: “Tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:10 cf. Isaías 40:5; 60:3).

Estas son las condiciones que prevalecerán cuando nuestro Señor, el Rey legítimo, reine en la tierra por 1000 años. Este será en verdad el Paraíso restaurado, y más.

El paraíso exaltado o el paraíso celestial

Hasta ahora hemos considerado el Paraíso o Jardín del Edén, también el Paraíso tan bondadosamente preparado para los creyentes de épocas pasadas, y el Paraíso del Edén gloriosamente restaurado y ampliado durante el reino de Cristo.

Pero ¿qué pasa con la dispensación bajo la cual vivimos ahora, una dispensación que ya dura casi 2.000 años? Con respecto a la demora en el regreso de nuestro Señor para reinar y restaurar este pobre mundo azotado, el apóstol Pablo afirma:

Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora6; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. (Romanos 8:22,23)

Ah, pero el apóstol también revela el “misterio”, un secreto no manifestado hasta que el Señor resucitado y glorificado se lo reveló a él, no de una vez, sino progresivamente (Ver Hechos 26:16; II Corintios 12:1).

Esta revelación se refiere a la posición, las bendiciones y perspectiva de los creyentes en la presente “dispensación de la gracia de Dios”. Debe ser que Dios reservó sus mayores bendiciones para aquellos que debían confiar en su Hijo durante la era de su rechazo: “el presente siglo malo” (Gálatas 1:4), porque Pablo relata en II Corintios 12:1-7 cómo fue “arrebatado hasta el tercer cielo”, y lo describe como “Paraíso”: ¡hermoso jardín! ¡Piensa en ello! El cielo más alto (gr. epouranios), un hermoso jardín. ¡Este seguramente es el Paraíso exaltado! De hecho, allí el apóstol “oyó palabras inefables”, que a ningún hombre le estaba permitido pronunciar. Aquí estaba en la presencia de Dios mismo, viendo y escuchando cosas que ni siquiera podíamos empezar a comprender. Y tan inefablemente gloriosa fue esta revelación que Dios envió un “mensajero de Satanás” para abofetearlo físicamente, con “un aguijón en mi carne”, para que se exaltara sobremanera, y repite la razón dos veces para enfatizar (Ver II Corintios 12:7).

Ahora no podemos captar las glorias que son nuestras en los lugares celestiales en Cristo, pero podemos creer la Palabra de Dios de que esta es nuestra posición y estas son nuestras bendiciones (Efesios 2:6; 1:3). De lo que es nuestro por gracia, ahora solo podemos apropiarnos por fe, pero llegará el momento en que lo disfrutaremos realmente, de verdad. Entonces veremos que las ideas que teníamos de la presencia de Dios y sus alrededores como solo un brillo resplandeciente y deslumbrante, eran muy inadecuadas, porque Pablo estaba allí y, con toda su gloria, lo describió como Paraíso, un hermoso jardín, mucho más hermoso, seguramente, que cualquier cosa que podamos imaginar.

El paraíso de Dios

No tenemos espacio en este breve artículo para tratar detalladamente lo que Dios nos ha preparado en las edades más allá del reino de Cristo, ni por qué este escritor cree que gradualmente, durante el milenio, y finalmente en plena perfección para siempre, las naciones redimidas de la tierra y los redimidos en el cielo tendrán juntos una comunión plena y abierta. Entonces se cumplirá la verdad de Efesios 1:10:

Reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

Entonces “el paraíso de Dios” en la tierra, al que se hace referencia en Apocalipsis 2:7, ¡se abrirá al paraíso en el cielo! ¡Quién sabe qué glorias les esperan a los hijos de Dios! Solo podemos esperar por fe aprender todo acerca de esto por experiencia personal, porque seguramente estas son algunas, solo algunas, de las cosas “que Dios ha preparado para los que le aman”. Pero al menos ya sabemos que ese es su misericordioso propósito:

Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (Efesios 2:7)

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