por Don Hosfeld
La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.
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¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles? (Romanos 9:22-24 - RV1960)
En 1964, el dúo de folk rock estadounidense Simon & Garfunkel lanzó lo que se convertiría en un éxito icónico y una canción número uno, “The Sound of Silence”. La canción está contada a través de los ojos de alguien que ve el silencio en su vida como un lugar seguro y al mismo tiempo lo ve como un síntoma de un problema importante en la sociedad y, en última instancia, anhela que el silencio llegue a su fin. Art Garfunkel la describió como “una canción sobre la incapacidad de las personas para comunicarse entre sí”.
Pero el silencio no siempre es el resultado de la incapacidad de comunicarse, ni es tan inquietante como presenta esta melodía. A veces, el silencio es la tranquilidad antes de la tormenta, la paz antes de la inevitable agitación. A veces, el silencio es, de hecho, un regalo.
En su libro El silencio de Dios, Sir Robert Anderson dijo: “Un cielo silencioso es el mayor misterio de nuestra existencia”. El punto de Anderson no es, ni el mío aquí, que Dios está completamente en silencio hoy, porque mientras Su Palabra sea predicada, enseñada y leída, Dios está hablando activamente al mundo. Él no se ha quedado en el camino, ni ha abandonado este mundo. Para ser claros, Dios todavía tiene mucho que decir hoy, pero para escucharlo, el hombre debe acudir a Su Palabra, ¡la Biblia!
Según los Guinness World Records, “el libro más vendido de todos los tiempos es la Biblia cristiana. Es imposible saber exactamente cuántas copias se han impreso en los aproximadamente 1500 años transcurridos desde que se estandarizó su contenido, pero una investigación realizada por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera en 2021 sugiere que el número total probablemente se encuentre entre 5 y 7 mil millones de copias”.
Según sus cálculos, “entre 1815 y 1975 se imprimieron 2.458.000.000 de Biblias” y “en el siglo XXI, se imprimen a un ritmo de alrededor de 80 millones por año”. 1
De hecho, todos los días, Dios está usando Su Palabra de manera poderosa como Su instrumento para alcanzar a un mundo que necesita desesperadamente escuchar lo que Él tiene que decir. Dios todavía desea que todos “sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4), y mientras exista la oportunidad, es mejor que el mundo aproveche el tiempo.
Pero hay un silencio que todos haríamos bien en reconocer. Hay un silencio de Dios que no es reconocido por los incrédulos y pasa desapercibido para muchos creyentes, aunque ambos se han beneficiado enormemente y continúan beneficiándose de él diariamente, y ese es El Silencio de la Gracia.
A lo largo de los años, según mi experiencia, una de las doctrinas de las Escrituras más incomprendidas tiene que ver con cómo Dios no juzga al mundo hoy. Esto es cierto para aquellos que reconocen el día de gracia en el que vivimos ahora, así como para aquellos que no conocen la naturaleza distintiva de este tiempo.
Un mundo Pidiendo juicio
A la presencia de Jehová tiembla la tierra… (Salmos 114:7)
En términos generales, la mayoría de las personas quieren que el juicio sea rápido y decisivo, es decir, siempre y cuando sea otra persona quien reciba ese juicio. Pocos mostrarían la misma gracia y misericordia hacia un extraño, que a ellos mismos o a su hijo o amigo. En cambio, la mayoría son como Santiago y Juan, a quienes el Señor llamó “Boanerges, esto es, Hijos del trueno” (Marcos 3:17). Estos dos apóstoles de Israel querían mandar “que descienda fuego del cielo… y los consuma” a los que rechazaron a Cristo (Lucas 9:54). Deseaban ver el juicio severo e inmediato de Dios.
No hay escasez de maldad en este mundo, y rara vez, o nunca, hay un día en el que no nos enteremos de un nuevo evento que muestra cuán depravado puede ser el hombre y, en última instancia, cuán depravado es realmente el hombre sin Cristo, y sin la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Cualquier ejemplo proporcionado aquí, seguramente, podría ser reemplazado rápidamente por otro más cercano. A menudo, los cristianos son objeto de burla y ridículo por su creencia en Dios debido a la cantidad de maldad en este mundo y la voluntad de Dios de permitir que continúe. “¿Cómo puede existir Dios, cuando existe todo este mal?”, exclaman.
A ellos les contestamos: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos…” (Lamentaciones 3:22) o “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:4-5).
No hay discusión en cuanto a si el juicio es merecido, pero, ¿la gente realmente entiende lo que está pidiendo? Si Dios juzgara a uno por sus acciones, ¿no debería juzgar a todos? “Porque no hay acepción de personas para con Dios” (Romanos 2:11). Cuando llegue el Día del Juicio, Él “pagará a cada uno conforme a sus obras” (Romanos 2:6). Es ciertamente una propuesta aterradora, y todo hombre y mujer no salvos debería temblar ante la idea de presentarse ante un Dios justo.
Como dijo tan sucintamente el escritor de Hebreos: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31). Salmos 97:4-5 ofrece una visión del juicio futuro y dice: “Sus relámpagos alumbraron el mundo; La tierra vio y se estremeció. Los montes se derritieron como cera delante de Jehová, Delante del Señor de toda la tierra”. Muchos pueden afirmar que quieren que Dios traiga juicio a este mundo, e incluso pueden ser sinceros al respecto, pero cuando llegue el momento en que Dios ponga fin a la maldad del hombre, sólo los salvos serán escuchados regocijándose.
Sentencia pospuesta
Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, Lento para la ira, y grande en misericordia y verdad (Salmos 86:15)
Una de las grandes ventajas de dividir correctamente las Escrituras es saber que vivimos en la dispensación de la gracia, pero para comprender plenamente nuestra situación, necesitamos saber qué significa esa verdad en relación con el juicio de Dios. Dios está dispensando gracia hoy, no juicio. Dividir correctamente no se trata simplemente de lo que se nos ha dado (una nueva esperanza celestial, un nuevo evangelio, una nueva comisión o incluso un nuevo Apóstol), sino también de lo que no se nos ha dado, ni se nos está dado. ¡El juicio de Dios!
El juicio es precisamente lo que los 12 apóstoles esperaban que viniera poco después de Pentecostés. De hecho, Pedro, en el tercer capítulo de su segunda epístola, tuvo que explicar a sus lectores, la manada pequeña, que el juicio de Dios estaba en suspenso. Él dijo: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos… El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (II Pedro 3:7,9).
Si le preguntaras a la mayoría de los creyentes, qué quitó Dios al inicio del día de gracia, me atrevo a decir que la mayoría diría la Ley Mosaica. Ya no estamos atados a la Ley ni a sus maldiciones. Por muy exacto que sea esto, todavía hay algo más que Dios eliminó en el momento en que dejó a Israel a un lado e introdujo ese misterio “mantenido oculto desde tiempos eternos,” (Romanos 16:25 cf. Efesios 3:1-9), y eso fue Su juicio inminente.
Si no fuera porque Dios temporalmente hizo a un lado a Israel e instituyó una nueva dispensación, todos los eventos que vemos escritos en el Libro del Apocalipsis habrían comenzado después de la lapidación de Esteban en Hechos 7.
La gracia no es sólo lo que Dios nos da a los creyentes. La gracia de Dios también está en el hecho de que Él detuvo en seco el día del juicio y Su ira. El hombre estaba al borde del precipicio, con la tribulación a punto comenzar, “pero Dios” vio la necesidad del hombre y nos dio lo que no merecíamos: gracia. Dios pospuso Su juicio y le dio al hombre otra oportunidad. Cualquiera que haya puesto su fe en la obra consumada de Cristo debe regocijarse en la verdad de Efesios 2:1-7:
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Todos fuimos “hijos de desobediencia” en algún momento, y la ira aguarda a los que siguen siéndolo (cf. Colosenses 3:6). Todos hemos errado el blanco y estamos destituidos de la gloria de Dios (cf. Romanos 3:23). Todos estábamos en la “corriente de este mundo”, o siguiendo la era de este mundo, que es otra forma de describir el sistema mundial y es un curso encaminado al juicio y la destrucción, porque este mundo va en contra de los caminos de Dios. El hombre merecía el juicio y la ira de Dios entonces y lo merece ahora.
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Mientras el mundo se burla de Dios por no juzgar al mundo, el creyente puede alabarlo por “las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. Nos regocijamos en Su paciencia, gracia y misericordia. El silencio de la gracia dice tanto sobre el amor de Dios como cualquier otra cosa que Él haya hecho por la humanidad.
Por qué es importante comprender el silencio de la gracia
Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. (Romanos 5:20-21)
Pero, ¿cuáles son las implicaciones prácticas de que la gracia reine hoy, y qué ganamos al saber que Dios no está juzgando a las naciones o a las personas por sus pecados como lo ha hecho en el pasado, y lo hará otra vez en el futuro?
Hace muchos años, trabajé como operador de máquina para una empresa que electropulía tubos para la industria médica. Era esencial que estos tubos estuvieran libres de cualquier cosa que pudiera contaminar los gases que eventualmente fluirían a través de ellos cuando llegaran a su destino previsto y fueran instalados.
Mi trabajo consistía en tomar un tubo de acero de seis metros de largo y un gancho. Los subíamos a una máquina que usaba ácido y electricidad para alisar el interior de los tubos hasta el punto de que brillaran como un espejo. Cuando se hacía bien, lucían mejor que cualquier parachoques cromado que puedas imaginar.
Tendría que establecer la velocidad del electrodo que pasaba lentamente a través del tubo, y la velocidad a la que correría el ácido. El proceso era lento y generalmente tomaba más de una hora, una vez que todos estuviera conectado y la máquina se ponía en marcha. Todo lo que podía hacer era esperar y preguntarme si mi configuración era buena. Siempre fue un tiempo de espera ansiosa, sin saber lo que estaba sucediendo en ese momento. ¿Ajusté la velocidad de extracción demasiado lenta o el ácido iba demasiado rápido? En verdad, no saber era la peor parte del proceso.
Así es como la gente generalmente responde a lo desconocido; se ponen ansiosos. Lo mismo ocurre con las personas que no están seguras del mundo en el que viven. La gente se pone ansiosa cuando no sabe lo que está pasando en el mundo. ¿Dios está causando ese huracán debido al pecado de la humanidad? ¿Dios va a derribar la nación debido a la corrupción de los políticos? ¿Dios me hizo perder mi trabajo, mi casa o tener esa llanta pinchada?
Todas estas preguntas y otras preocupaciones pueden resolverse cuando entendemos cómo Dios está tratando con el mundo hoy, a través de la gracia, porque la gracia reina hoy.
Ya no debemos ver un desastre natural, una invasión extranjera o cualquier dificultad que enfrentemos como el juicio de Dios. Estos métodos se usaron en el pasado y se volverán a usar en el futuro, pero no es así como Dios obra hoy.
Por un lado, Dios no está tratando con naciones sino únicamente con individuos. Al dejar de lado a su nación, Israel, Dios efectivamente ha dejado de juzgar a todas las naciones. En cambio, Dios obra corporativamente a través del Cuerpo de Cristo e individualmente a través de sus miembros. Dios no está tratando de alcanzar al mundo no salvo a través de una nación, sino a través de Su nueva criatura (creación) (cf. Gálatas 6:15), la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, que está compuesta por personas de todas las naciones.
Además, cuando el apóstol Pablo se dirigió a aquellos individuos en el Areópago (Colina de Ares o Colina de Marte - cf. Hechos 17:19,22), advirtió a quienes escuchaban entonces, y sirve como advertencia para todos los que rechazan el evangelio hoy, que Dios “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó…” (Hechos 17:30-31).
Dios ha señalado un día, un día futuro, para juzgar. Ese día no es hoy, porque este día es el día de gracia, no el día del juicio. El mundo no necesita vivir con temor de que el juicio de Dios esté sobre nosotros; en cambio, deberíamos mirar con asombro y maravillarnos de cuán grandes son Sus misericordias. Todos deberíamos quedar asombrados por su amor sufrido y su deseo de que todos sean salvos. Por más de 2000 años, Su gracia ha permanecido; los cielos han estado en silencio, el juicio se ha pospuesto y al hombre se le ha concedido aún más tiempo y otra oportunidad para volverse a Su Creador y clamar a su Salvador. Simplemente cree en el evangelio y serás salvo de la ira venidera (cf. 1 Tesalonicenses 1:10; 5:9).
No se sabe cuándo terminará el silencio de la gracia. No se nos promete el mañana; ahora es el día de la salvación, porque verdaderamente, el día del juicio se acerca. El juicio futuro de Dios es seguro, “… Porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con su verdad” (Salmos 96:13), porque “verdaderos y justos” son los juicios del Todopoderoso (cf. Apocalipsis 16:7).
Si odias la maldad de este mundo y anhelas que Dios ponga las cosas en orden, consuélate sabiendo que no necesitamos vengarnos. Tampoco se burlan de Dios; “… pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). Podemos estar seguros de que “el juicio de Dios… es según verdad” (Romanos 2:2). “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12:14).
No es de extrañar, entonces, que nuestro apóstol Pablo nos instruya que “el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 2:24-26).
Aunque el mundo se burle de nosotros y diga: “¿Dónde está ahora su Dios?” (Salmos 115:2), respondamos: “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia, por tu verdad” (Salmos 115:1).
Dios será glorificado, tanto por los salvos, como por los no salvos; nada ni nadie lo impedirá. Cuando Dios finalmente traiga juicio, Su justicia estará a la vista de todos.
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